Bitácora 1/3/16
Nos despertamos a bordo a las 7:30 bañados con una fina lluvia, estamos aún en puerto, listos para largar amarras y emprender el viaje hacia Rio de Janeiro con la primera parada en Florianopolis en Brasil. Desayunamos y pertrechamos el resto de enseres, cargamos agua en los tanques y sin nada de viento, salimos de nuestro amarre, y enfilamos proa hacia Punta del Este. Como no podía ser menos, el poco viento reinante venia de proa, por lo que nos imposibilitaba sacar velas, así que a motor, practicamos la teoría de Hombre al agua, explicamos las maniobras que vamos a realizar y preparamos todo para nada más pasar la Isla Gorriti, sacar todo el trapo. Así lo hacemos y unos cómodos 14 nudos del través, nos impulsan a una nada despreciable velocidad de 7 a 8 nudos, momento en el que suena el carrete de pesca al curry, que unas millas antes habíamos soltado. Con todo el velamen arriba, la velocidad que llevamos y el pez tirando en dirección contraria, hacía difícil la maniobra de llevarlo a bordo, pero con un poco de ganas y desventando el velero, al final conseguimos una cena para una noche. Una anchoa para cuatro personas que va a hacernos las mil una delicias. Eso sí que es pescado fresco. Lo limpiamos y metemos en el congelador. El viento empieza a subir, quedándose en unos 16 nudos sostenidos con rachas que oscilan hasta los 20 nudos y empezamos a volar entre 9 y 10 nudos de velocidad con una máxima que hayamos podido observar de 11 nudos. Llevamos 10 horas navegando y hemos recorrido más de 70 millas, una media perfecta para ir subiendo hacia Río de Janeiro. Aunque el día ha amanecido nublado y no ha hecho acto de presencia el sol, vemos al final, un cielo amarillo rodeado de nubes digno de ver, los atardeceres en este hemisferio y concretamente en Punta del Este me tienen fascinado. Con un grado de escora de más de 20 grados, hacen bastante complicada la vida a bordo. Tenemos ola que nos mueve y las rachas de viento, hacen que de vez en cuando el velero tienda a orzar para aproarse y dejar escapar el viento. Anochece, nos abrígamos y después de comunicar por radio en La Paloma nuestra posición, rumbo y destino, empezamos a hacer la cena. Hoy, puré de patatas con chorizo, que tal cual sale de la cocína. Fue debitado rápidamente. Vemos como vamos a realizar las guardias y decidimos hacerlas dobladas, es decir, dos personas por guardia y tres horas. Me toca en la segunda guardia, por lo que me voy a descansar e intentar dormir un poco. Las tres horas pasan volando, y nunca mejor dicho, porque mi camarote de la proa, siente perfectamente todas y cada una de las olas que el velero remonta y algún pantocazo que otro, pero cuando llega nuestra hora, nos equipamos con los trajes de agua, chalecos autohinchables, líneas de vida y frontales, y transcurre nuestro tiempo rápidamente y sin sobresaltos. Una estrella fugaz nos da la bienvenida junto a la luna que nos ilumina el mar. Y a las cinco de la madrugada, fin de nuestra guardia, cruzamos la línea imaginaria que separa las fronteras de Uruguay y Brasil. El viento a caído, y nos movemos a unos cómodos seis nudos de velocidad con el cambio de guardia. Al Sed buenos y que los vientos os ayuden.
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AuthorOscar Lopez, adventurer spanish sailing around the world. Economist, Aircraft pilot, sailor, rallys, biker, diver, 4x4, rider, skier, runner. I love to discover new places and interest people. Now writing 2 books. Archives
Noviembre 2017
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